martes, 23 de agosto de 2011

24 de Agosto, Aniversario de la Descalcez Carmelitana, por Santa Teresa de Jesús.



San José de Ávila.
—En el año 1562 fundó el convento de San José de Ávila. Es ésta su primera fundación, "su casa", pues, aunque todas tienen su espíritu, su sello, San José de Ávila es el convento desde donde salió para todas sus grandes tareas y adonde tornaba, rendida, fatigada, a recobrar ánimo y fuerzas. El convento de San José de Ávila fué el trampolín, el eje de sus reformas. Estaba entonces consti­tuido por doce religiosas (hoy este núme­ro se eleva a veintiuna). La nueva Comunidad tomó la primera regla, de gran austeridad; era como una experimenta­ción de las ansias reformadoras de la santa madre. Como se temía, esta nueva fundación, que vivía un régimen de ex­tremada pobreza y se mantenía con limos­nas, levantó un verdadero alboroto en la ciudad, pues veía menguadas sus rentas en nuevas donaciones. Tanto es así que esta su primera fundación se vió en peli­gro de desaparecer, pues el reverendo pa­dre provincial de los carmelitas descalzos, si en un principio estaba muy animado a admitir la fundación de San José en la Orden descalza, así que se levantó todo aquel revuelo cambió de parecer y estimó más prudente no admitirla. En esta crítica situación llegó a España en 1566 el padre general de la Orden del Carmen, que lo era por aquel entonces el padre Juan Bau­tista Rossi (latinizado Rubeo). Este acontecimiento —téngase en cuenta que los generales de la Orden nunca visitaron Cas­tilla y sí Barcelona y Aragón, uno de ellos en 1324— vino a cimentar este espíritu reformista de Santa Teresa de Jesús.



El padre Juan Bautista Rossi fué un religioso de extraordinario talento, muy discreto y amigo de toda reforma. Su visita a España obedecía a una llamada de Felipe II para tratar de los conventos españoles sometidos a su jurisdicción. En abril de 1567 llegó a Ávila y, como es ló­gico, visitó el convento de San José, informado del pleito en que se hallaban aquellas trece monjitas a las que no se admitía en la Orden del Carmelo. El pa­dre general conoció y trató mucho a Santa Teresa, que le informó ampliamente de la vida que había iniciado la Comunidad de San José. El padre general dió a la santa madre amplias facultades, autorizándola más tarde para fundar nuevos conventos, ajustados a la primitiva regla no sólo de religiosas, sino también de frailes.

El convento de San José de Ávila se consolidó y con 61 la reforma carmelitana. En la actualidad todavía se mantiene, o al menos procura mantenerse, tal y como estaba en vida de la santa; existe todavía en servicio un pozo que se abrió en el lugar que ella indicó. Fué a poco de la fun­dación; carecían de agua, y en el huerto, según el técnico, era imposible hallarla. La santa madre, con su gracia peculiar, nos lo cuenta así: "...reíanse de mí, de que quería echar dineros en balde. Yo dije a las hermanas que ¿qué las parecía? Dijo una: que se procure; Nuestro Señor nos ha de dar quien traiga agua y para darles de comer, pues más barato sale a Su Majestad dárnoslo en casa y así no lo dejará ha­cer. Mirando yo con la gran fe y deter­minación con que lo decía, túvelo por cier­to, y contra voluntad del que entendía en las fuentes, que conocía de agua, lo hice; y fué el Señor servido, que sacamos un ca­ño de ello bien bastante para nosotras y de beber..."

Se estima éste como uno de los primeros milagros de la Santa.


Con tesón y con fatigas,
por mandato de Dios mismo,
volvió a nacer de la regla,
la verdad de quien la hizo.

Así la Orden del Carmen,
bajo el manto de la Virgen,
se acogió bajo el amparo,
de su esposo casto y firme.

Viva la Santa Teresa,
Viva San Juan de la Cruz,
Viva la Virgen del Carmen,
Viva el Divino Jesús,
Viva el Glorioso José,
que es emblema, casa y luz,
del Carmelo Teresiano,
coronado con la Cruz.






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