Con humilde y devoto corazón
llego hoy a
vuestra presencia, ¡oh gloriosísimos abuelos de
Jesucristo, Joaquín y Ana: confiado os suplico seáis
mis fieles intercesores para con Dios, a fin de que por vuestras
heroicas virtudes me conceda lo que tanto deseo y vos no ignoráis!,
¡Oh dichosísimo par, Joaquín y Ana, grandísima
es la confianza que en vos tengo, creyendo que el clementísimo
Dios no podrá negarse a mis instancias si os dignáis
de patrocinarlas y recomendarlas con una sola palabra, pues a
medida de la soberana honra con que el eterno Padre os ha ensalzado
entre todos los demás santos para dignísimos abuelos
de su Unigénito, será en el trono de su misericordia
poderoso vuestro amparo, y dichosos vuestros devotos! Si el Hijo
os aventajó, hasta admitiros por gloriosos padres de su
Madre Santísima no puede dejar de escucharos ahora en
el cielo, cumpliendo vuestras intercesiones; y si el Espíritu
Santo os ha reconocido por tan rectos, que entre todos los justos
de la ley antigua os escogió por manantiales de la gracia,
¿cómo os rehusará la que ahora pidiereis
para mí, pobre pecador? Y finalmente, si la Santísima
Trinidad os ha honrado en la tierra, más que a otros santos,
sin duda ahora en el cielo querrá complaceros y acceder
a vuestra súplica. Por esto vivo seguro, ¡oh santos
protectores míos, Joaquín y Ana! de que rogando
vos por mí infaliblemente, seré consolado en mi
trabajo. Oidme, piadosos abogados míos, y rogad a Dios
por mí. Llegad confiados al trono de la Santísima
Trinidad, representando mi aflicción con palabras lastimosas,
y lo que merecisteis en la tierra, y pedidle por su infinita
bondad que tenga misericordia de mí. ¡Oh amantísimos,
benignísimos y clementísimos patronos míos,
Joaquín y Ana, oid mi oración, alcanzándome
lo que pido; proponed mí necesidad! Os la encomiendo de
lo más profundo de mi corazón y ruego que os acordéis
piadosísimamente de ella. Hablad a vuestro dulcísimo
Nieto una sola palabra cariñosa por mí, diciendo:
Amantísimo Jesús, en nuestra contemplación apiadáos de ese humilde pecador, y concededle lo que tan fielmente solicita. Escuchadle por la mucha confianza que en nosotros tiene puesta, sin permitir que se vaya desconsolado.
Gozos a Santa Ana
Pues de nuestro Salvador,
sois la Santa más valída,
socorred, Ana querida,
a quien os pide favor.
San Joaquin fue vuestro esposo,
José, yerno venerable,
María fruto admirable,
de parto tan milagroso,
para fín tan prodigioso
de ser Madre del Señor,
socorred, Ana querida,
a quien os pide favor.
Gozos a San Joaquín
Pues de nuestro Salvador,
sois el Santo más valído,
socorred, Joaquín querido
a quien os pide favor.
De todas gracias fecundo,
sois felíz el mejor padre,
como vuestra Hija, la Madre
que hubo jamás en el mundo,
Patriarca sin segundo
a todos muy superior,
socorred, Joaquín querido
a quien os pide favor.
EL CARMELO ES DE MARÍA DESDE SIEMPRE
El tema representado en este cuadro es la visión de Santa
Emerencia en el monte Carmelo, lo que se deduce de la filacteria que
porta el Angel, en la que puede leerse "Haec visio ista significat". Y
por la presencia en la parte inferior del marco, de las letras góticas
"E...ntia". Santa Emerencia, descendiente de la familia de David, había
decidido permanecer virgen pese a haber sido entregada por esposa a
Estolano, un hombre piadoso. La santa solía rezar en el monte Carmelo,
que aparece pintado a la derecha de la tabla, pidiendo a Dios que
iluminase su camino; precisamente fue allí donde se produjo la
revelación de que de la estirpe de Santa Emerencia nacería el Salvador.
Esta tradición fue difundida por los carmelitas a partir del siglo XV. A
ello corresponde la representación del árbol genealógico de Cristo en
su rama femenina que podemos contemplar en esta tabla. Santa Emerencia
está arrodillada en actitud de humildad, como si su cuerpo fuese la raíz
que sustenta el árbol que emerge de su costado: de la primera flor
surge Santa Ana con la Virgen Niña en su regazo, y de la Virgen otra
flor que recoge al Salvador figurado por la imagen del niño Jesús que
con la cruz sobre su hombro remata el árbol indicando que su sacrificio
servirá para la redención del pecado. Esta iconografía del árbol
genealógico de Cristo es mucho menos frecuente que la representación del
conocido Arbol de Jese en el que la estirpe de Cristo crece del costado
de Isaac.
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