jueves, 26 de julio de 2012

26 de Julio, San Joaquín y Santa Ana



Con humilde y devoto corazón llego hoy a vuestra presencia, ¡oh gloriosísimos abuelos de Jesucristo, Joaquín y Ana: confiado os suplico seáis mis fieles intercesores para con Dios, a fin de que por vuestras heroicas virtudes me conceda lo que tanto deseo y vos no ignoráis!, ¡Oh dichosísimo par, Joaquín y Ana, grandísima es la confianza que en vos tengo, creyendo que el clementísimo Dios no podrá negarse a mis instancias si os dignáis de patrocinarlas y recomendarlas con una sola palabra, pues a medida de la soberana honra con que el eterno Padre os ha ensalzado entre todos los demás santos para dignísimos abuelos de su Unigénito, será en el trono de su misericordia poderoso vuestro amparo, y dichosos vuestros devotos! Si el Hijo os aventajó, hasta admitiros por gloriosos padres de su Madre Santísima no puede dejar de escucharos ahora en el cielo, cumpliendo vuestras intercesiones; y si el Espíritu Santo os ha reconocido por tan rectos, que entre todos los justos de la ley antigua os escogió por manantiales de la gracia, ¿cómo os rehusará la que ahora pidiereis para mí, pobre pecador? Y finalmente, si la Santísima Trinidad os ha honrado en la tierra, más que a otros santos, sin duda ahora en el cielo querrá complaceros y acceder a vuestra súplica. Por esto vivo seguro, ¡oh santos protectores míos, Joaquín y Ana! de que rogando vos por mí infaliblemente, seré consolado en mi trabajo. Oidme, piadosos abogados míos, y rogad a Dios por mí. Llegad confiados al trono de la Santísima Trinidad, representando mi aflicción con palabras lastimosas, y lo que merecisteis en la tierra, y pedidle por su infinita bondad que tenga misericordia de mí. ¡Oh amantísimos, benignísimos y clementísimos patronos míos, Joaquín y Ana, oid mi oración, alcanzándome lo que pido; proponed mí necesidad! Os la encomiendo de lo más profundo de mi corazón y ruego que os acordéis piadosísimamente de ella. Hablad a vuestro dulcísimo Nieto una sola palabra cariñosa por mí, diciendo:

Amantísimo Jesús, en nuestra contemplación apiadáos de ese humilde pecador, y concededle lo que tan fielmente solicita. Escuchadle por la mucha confianza que en nosotros tiene puesta, sin permitir que se vaya desconsolado.


Gozos a Santa Ana

Pues de nuestro Salvador,
sois la Santa más valída,
socorred, Ana querida,
a quien os pide favor.

San Joaquin fue vuestro esposo,
José, yerno venerable,
María fruto admirable,
de parto tan milagroso,
para fín tan prodigioso
de ser Madre del Señor,
socorred, Ana querida,
a quien os pide favor.


Gozos a San Joaquín

Pues de nuestro Salvador,
sois el Santo más valído,
socorred, Joaquín querido
a quien os pide favor.

De todas gracias fecundo,
sois felíz el mejor padre,
como vuestra Hija, la Madre
que hubo jamás en el mundo,
Patriarca sin segundo
a todos muy superior,
socorred, Joaquín querido
a quien os pide favor.


EL CARMELO ES DE MARÍA DESDE SIEMPRE




El tema representado en este cuadro es la visión de Santa Emerencia en el monte Carmelo, lo que se deduce de la filacteria que porta el Angel, en la que puede leerse "Haec visio ista significat". Y por la presencia en la parte inferior del marco, de las letras góticas "E...ntia". Santa Emerencia, descendiente de la familia de David, había decidido permanecer virgen pese a haber sido entregada por esposa a Estolano, un hombre piadoso. La santa solía rezar en el monte Carmelo, que aparece pintado a la derecha de la tabla, pidiendo a Dios que iluminase su camino; precisamente fue allí donde se produjo la revelación de que de la estirpe de Santa Emerencia nacería el Salvador. Esta tradición fue difundida por los carmelitas a partir del siglo XV. A ello corresponde la representación del árbol genealógico de Cristo en su rama femenina que podemos contemplar en esta tabla. Santa Emerencia está arrodillada en actitud de humildad, como si su cuerpo fuese la raíz que sustenta el árbol que emerge de su costado: de la primera flor surge Santa Ana con la Virgen Niña en su regazo, y de la Virgen otra flor que recoge al Salvador figurado por la imagen del niño Jesús que con la cruz sobre su hombro remata el árbol indicando que su sacrificio servirá para la redención del pecado. Esta iconografía del árbol genealógico de Cristo es mucho menos frecuente que la representación del conocido Arbol de Jese en el que la estirpe de Cristo crece del costado de Isaac.

No hay comentarios:

Publicar un comentario