La Santísima Trinidad es el misterio de un sólo Dios en tres personas. El hombre debe inclinarse con respeto ante ese misterio sublime y creerlo sin procurar profundizarlo, porque se halla por encima de la luz de su razón.
La Santísima Trinidad es el misterio fundamental de nuestra religión. En su nombre hemos sido bautizados. La señal de la cruz nos la recuerda, y el sacerdote, en el altar, la invoca para terminar todas sus oraciones. En su nombre somos absueltos en el tribunal de la penitencia, y en su nombre, se renueva todos los días, en nuestros altares, el sacrificio del Calvario.
La Santísima Trinidad es, además, prenda de nuestra felicidad eterna: Dios mismo será nuestra recompensa si hemos guardado su ley.
Santo, Santo, Santo, es el Señor, Dios de los ejércitos. Llenos están los cielos y la tierra de su gloria.
Os adoro, Dios tres veces santo, Padre, que nos habéis creado, Hijo que nos habéis, redimido con vuestra sanare, Espíritu Santo, que nos santificáis con las gracias que nos concedéis todos los días. Haced que guarde en mi alma vuestra semejanza o imagen, a fin de que, un día, me reconozcáis y reine con vos en la eternidad.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Así sea.
El Beato Fray Diego José de Cádiz Propagador de la devocion Trinitaria.
Fray Diego fue un incanzable devoto y propagador de la Beatísima Trinidad, a ella se encomendaba en multitud de ocasiones, por su mediación obró varios milagros, y en la mayoría de los lugares donde predicó, dejó como prueba de su estancia, suntuosos retablos exteriores con la iconografía Trinitaria que gozaban de gran devoción entre los gentiles.
Plaza de la Trinidad de Ubrique, que tomó su nombre por el retablo de la Trinidad que Fray Diego colocó en este enclave.
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