Santa Efigenia que se venera en el retablo de Santa Eufrosina del Carmen de Cádiz.
Efigenia era hija de Egippus y Eufenisa, reyes de Etiopía, a principios del siglo I, habría que decir. Tenía Efigenia un hermano mayor, llamado Efonio. A los ocho años de la Ascensión del Señor llegó San Mateo (21 de septiembre) a la tierra de los nubios, o sea, Etiopía. Allí buscó a aquel eunuco etíope bautizado por San Felipe(3 de mayo), que ya había regresado a su tierra y esperaba apóstoles de Cristo. Este eunuco introdujo en la corte a Mateo y sus "coajutores", que eran carmelitas discípulos de Cristo y los Apóstoles. Mateo predicó, derrotó a los magos paganos Arfaxad y Zoroes, expulsó demonios y convirtió a las gentes. Enterado el rey, tomó partido neutral, permitió la predicación del cristianismo, pero continuó prefiriendo la religión anterior, o sea, no se convirtió del todo. Sin embargo, Efigenia sí que abrazó rotundamente el cristianismo, y buscó la manera de hacerle venir al palacio para que instruyera a su padre. Como no lo lograba, enfermó de tristeza.
Sucedió que Arfaxad y Zoroes, temiendo perder su influencia, convocaron a los demonios y entraron a la ciudad dos dragones terribles que asolaron tierras y cultivos. Los magos, como los dominaban, los devolvieron al desierto de donde salieron, por lo que el agradecido rey los introdujo con grandes honores en la ciudad. Aprovechados de esto, dijeron que habría grandes calamidades si Mateo y sus ayudantes no se iban del reino y, luego, que la princesa Efigenia fuese sacrificada a los dioses. Comunicó la noticia el rey a Efigenia con gran tristeza, pero convencido de la necesidad del crimen. Esta le respondió que aceptaba, pero que le diese unos días para prepararse, con lo cual quería ganar tiempo para instruirse, bautizarse y ser mártir por Cristo, si así tenía que ser.
Consintió su padre en dejar que entrara Mateo al palacio, y al encontrarse este con Efigenia, comenzó a instruirla en la fe y, finalmente, le reveló que aunque su aceptación del martirio era grata a Dios, este disponía otra cosa para su gloria, confusión de los magos y conversión del reino. Quiso bautizarse Efigenia, pero Mateo le pidió que esperase un tiempo, para que fuera de más gloria a Dios. Y llegó el día del sacrificio. Se hizo un hoguera, se puso a Efigenia en medio, pero por más que se intentaba encender el fuego, este no se encendía. Finalmente, invocando al demonio, lograron los magos encenderlo, pero entonces, Efigenia gritó el nombre de Jesús y bajó un ángel del cielo que, desatándola, la llevó por los aires junto a su madre, dentro del palacio.
El rey estaba dispuesto a aceptar la supremacía de la fe cristiana, cuando los magos, en secreto, invocaron a los dos dragones, que aparecieron de nuevo, lo cual hicieron ver que era un castigo de los dioses. Pero no contaban con que apareció San Mateo y pidió al rey intervenir. Así, el santo se enfrentó a los dragones, que ya entraban por la ciudad (hay que ver con que tensión y floritura narra este padre el portento, parece que viéramos una película: Efigenia mira por una ventana, el Eunuco por otra, los niños corren, las mujeres gritan...).
Llegados a la Plaza Mayor (?), se abalanzaron contra el apóstol, pero este hizo la señal de la cruz, y los dragones vinieron mansos a sus pies, y se echaron como corderitos. Las turbas quisieron linchar a los magos, pero Mateo no lo permitió, bajo promesa de ellos de que se convertirían. Y mandó a los dragones que se fuesen y nunca más volvieran. Como así fue. Pero no terminó la cosa ahí. Aún estaba el pueblo festejando, cuando murió el príncipe heredero, Efonio. El rey, aún creyente en los magos, los mandó llamar en secreto, para que revivieran a su hijo, cosa que no sucedió, por lo que mandó a encarcelarlos (aunque escaparon y fueron a Persia donde murieron aplastados por un templo pagano que se les vino encima).
Efigenia llamó a Mateo que, como no, revivió al príncipe. Ante esto, el rey se convirtió formalmente, mandó quemar los templos de los ídolos, levantar templos a Jesucristo, y ordenó que todos fueran catequizados y bautizados. Los carmelitas acompañantes de San Mateo pudieron fundar su primer convento en el África. Se levantó una hermosa catedral dedicada a la Resurrección del Señor, en la que Mateo asentó cátedra y enseñaba a la familia real y su corte.
Pasado un tiempo, Efigenia quiso hacer algo más por Dios, definir lo que este querría de ella y un día, en un éxtasis, Dios le reveló. "Efigenia, si pretendes saber el conveniente modo de agradarme según mi divina voluntad, te has de hacer Generalísima de un ejército de vírgenes pobre, obedientes y castas, que renunciando voluntariamente al siglo, consigan la fortuna de ser esposas mías". Comunicó a San Mateo esta revelación y este le explicó lo que significaba la virginidad, la vida monástica (?) y de como podría servir a Dios así; y que era voluntad de Dios se fundase un monasterio de religiosas en la ciudad. Consintieron sus padres, que antes pensaban casarla, y pusieron todos los medios para construir el monasterio.
Y mientras tanto, Efigenia comenzó a buscar a sus compañeras entre las convertidas más castas y santas. En poco tiempo tuvo 200 compañeras. Llegó el día de la consagración y San Mateo les dio el hábito marrón, la capa blanca y el velo negro en la catedral, para, luego de exhortarlas, llevarlas en procesión hasta el edificio monástico. Y ya aquí nos la hacen carmelita, pues vivirían esta Regla traída por los compañeros de San Mateo y que en adelante, serían sus superiores y directores. Y aquí viene un largo capítulo sobre la vida religiosa de Efigenia y sus compañeras, su ejemplo, ect., ect.
HOY TAMBIÉN SUBIÓ AL CIELO, "EL CAPITÁN DE LOS HIJOS DE LA VIRGEN"
FRAY JERÓNIMO GRACIÁN DE LA MADRE DE DIOS.
Hijo de Diego Gracián de Alderete y de Juana Dantisco. Nació en Valladolid en 1545 y falleció en Bruselas en 1614. En 1572, ingresó en el Carmelo, donde fue, entre los años de 1576 y 1582, confesor de Santa Teresa de Jesús, a la que acompañó en algunas de sus fundaciones. Fue a través de Fray Jerónimo como la reformadora del Carmelo conoció a la familia Gracián, con la que le uniría gran amistad, especialmente con la madre. Dentro de los vaivenes de la escisión del Carmelo en calzado y descalzo, fray Jerónimo se vio perseguido por la Inquisición y expulsado de la orden, motivo por el que realizó un viaje a Roma para justificarse ante el pontífice que no tuvo resultado alguno. Tras ello, pasa a Sicilia, donde es acogido por el conde de Olivares, a la sazón virrey de la isla. Al intentar volver a Roma para reiniciar su defensa, cayó cautivo de los piratas norteafricanos y conducido a Túnez. Tras su rescate, logró ser absuelto de las acusaciones que sobre él pesaban por el papa Clemente VII. Posteriormente, pasó a Tetuán como misionero. Murió en Bruselas, donde vivía desde 1608, en fecha que ignoramos.
Su obra es mayoritariamente de carácter espiritual y se inicia en 1586 con la publicación de la Lámpara encendida. Libro de la perfectión religiosa, que conoció una segunda edición añadida en 1588, año en el que vio la luz también una segunda y una tercera parte. A este título siguió, en el mismo año de 1586, el tituladoEstímulo de la propagación de la Fe, al que siguieron Cerco espiritual de la consciencia tentada (1596), Summario de las excelencias del glorioso S. Ioseph Esposo de la Virgen María, también titulado Iosephina de 1597, año en el que aparece también su Tractado de la redempción de captivos, Camino del cielo o Mística Teología (1601, reeditado con el segundo título en 1609), Dilucidario del verdadero espíritu (1604, con segunda parte de 1608), Del Espíritu y devoción con que se ha de dezir el oficio divino, celebrar el sacrificio de la misa y rezar el Pater Noster y el Ave María, Suma breve de confesión y Regla de bien vivir, todos de 1608, Celo de la propagación de la fe y Vida del alma, ambas de 1609, Sermón de la fundación del Carmen Declamación en que se trata de la perfecta vida y virtudes heroicas de la B. Madre Theresa de Iesús, Diez lamentaciones del miserable estado de los atheístas de nuestros tiempos, obra que implica el contacto con el ambiente de fuera de España, Regla de la Virgen María y El soldado católico, todas de 1611, año en el que publica también Compendio de doce grandezas de España, de carácter histórico.
También es de 1611 la edición de los Conceptos del Amor de Dios escritos por la beata madre Theresa de Jesús, que conocieron reediciones en los cuatro años siguientes. De 1612 son el Arte breve de amar a Dios; el Discurso del misterioso nombre de María y Velo de una religiosa. A éstos siguieron Música espiritual (1613),Arte de bien morir, Gloria del Carmelo, Leviatán engañoso, las tres de 1614. Inéditas en vida quedaron Peregrinación de Anastasio, relación de su vida en la orden, publicada en 1905, Diálogo de un pastor, editada en 1913, El cerro, que vio la luz en 1968. En 1879, la B. A. E. le dedicó una antología. Manuscritas nos han llegado varias cartas y diálogos como Diálogo sobre las persecuciones de Eliseo,Diálogo entre Anastasio y Eliseo o los Diálogos sobre la muerte de Santa Teresa.
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