Sin cruz no hay gloria ninguna,
ni con cruz eterno llanto,
santidad y cruz es una,
no hay cruz que no tenga santo,
ni santo sin cruz alguna.
Pablo su gloria tenía,
en la cruz y confessaba
que sin cruz no la quería,
a Christo en cruz predicaba,
de Christo en cruz escribía:
en esta vida importuna
dos cruces hay, destas dos,
alma, procurad alguna,
porque en el Reyno de Dios
sin cruz no hay gloria ninguna.
Cruz buscad, cruz os convino,
o interior, o material,
que este Capitán divino
puso su cruz por señal
para no errar el camino:
si vais a su Reyno santo,
que no tendréis os avisa,
Christo, que la estima tanto,
ni sin cruz eterna risa,
ni con cruz eterno llanto.
Como hace resistencia
al peso la fuerte palma,
dan victoria a la paciencia,
porque a la quietud del alma
no impide la penitencia:
que a ser santos no repugna
lo que los cuerpos padecen
por aspereza ninguna,
que aunque dos cosas parecen
santidad y cruz, es una.
No hay perfecto en tal estado
de que no pueda caer,
aunque suba al mayor grado,
y assí es menester hacer
que sienta el cuerpo el cuidado:
santo y cruz, pues se aman tanto,
no implican contradicción,
cruces no han de dar espanto,
que aunque diferentes son,
no hay cruz que no tenga santo.
Con trabajos y aflicciones
este instrumento se templa,
que no disminuye acciones
al que más alto contempla
mortificar las passiones:
senda y patria es Dios, y es una,
y vemos por experiencia
pocas veces, o ninguna,
perfecto sin penitencia,
ni santo sin cruz alguna.
Felix Lope de Vega y Carpio
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