viernes, 17 de agosto de 2012

17 de Agosto, San Jacinto de Polonia, Confesor de la Orden de Predicadores.



Jacobo, diminutivo de Jacko, nació a finales del siglo XII en Kamién, diócesis de Breslavia, de la noble familia de los Odrowaz, de antigua tradición en el servicio de la Iglesia. En el siglo XIV se le dio el nombre de Jacinto. Siendo canónigo de la iglesia de Cracovia, fue a Italia, probablemente por motivos de estudio. En roma conoció a Santo Domingo y en 1220 recibió de sus manos el hábito dominicano.

En el verano de 1221 el Santo Patriarca lo designó, junto con Fray Enrique de Moravia, para propagar la Orden en Polonia y hacia allá se dirigió llevando en su alma el ardor de Domingo, muerto recientemente. En 1223, y por mediación del obispo Ivo que los recibió con gran amor, fundaron el convento de la Orden en Cracovia. En 1225, Gerardo de Breslavia, primer provincial de Polonia, dispersó a los hermanos de Cracovia en cinco direcciones distintas y a Jacko le correspondió la fundación del convento de Dantzig (Gdansk). Asistió como definidor al capítulo general de París en 1228, bajo el mandato del Beato Jordán de Sajonia.

En 1229 fundó otro convento en Kiel, donde vivió hasta 1233, predicando a los paganos y especialmente a los cismáticos. Allí se distinguió por su candor de vida y tierno amor a Nuestra Señora.

Abandonó la ciudad poco antes de que los fieles fueran expulsados por el príncipe Vladimiro Ruricovic. Es en estos viajes cuando se recuerda el milagro de atravesar con unos compañeros el río Vístula, a pie sobre la capa extendida sobre las aguas llevando la Eucaristía y una imagen de la Virgen. Cuando en 1233 vuelve a Dantzig se encuentra con una delicada situación político-religiosa. El Papa había encomendado a la Orden de Caballeros Teutónicos la tutela de los católicos frente a los paganos, dueños de la región; con la mediación de San Jacinto de Polonia se llega a la libertad de culto y a la paz.

Estableciéndose desde 1238 en Cracovia, se consagró durante veinte años a la predicación, cura de almas y asistencia a los enfermos.

Durante su vida evangeliza Dinamarca, Suecia, Gotia, Noruega y Escocia; también su palabra resuena en Rusia, a orillas del Mar Muerto, en Constantinopla, y en Grecia, donde se dice de él, que "lugar que evangeliza, comunidad dominicana que inicia".

Murió en el convento de Cracovia el 15 de agosto de 1257 y allí se venera su cuerpo. Fue beatificado por Clemente VII en 1527 y canonizado por Clemente VIII el 17 de abril de 1594.
Semblanza Espiritual

Desde pequeño San Jacinto de Polonia manifiesta inclinación por la oración y el estudio, aptitudes que son apoyadas por sus padres. Su carácter es dócil y creativo. Joven aún ingresa en la universidad de Bolonia, donde obtiene el grado de Doctor en Teología y Derecho. Terminados sus estudios se incorpora a una comunidad de presbíteros en Cracovia. En ella se distingue por su lealtad y sinceridad en el trato y aunque las ocupaciones eran muchas, no son impedimento para entregarse a la oración y otros ejercicios de piedad. Sirve a los enfermos en los hospitales y reparte limosnas entre pobres y necesitados, Por su ciencia y sabiduría al interpretar los acontecimientos a la luz de la Palabra de Dios, se persuade de que los bienes eclesiásticos nunca están tan seguros, ni fructifican tanto como cuando están en manos de los pobres.

Apóstol infatigable, los últimos cuarenta años fueron de sacrificios incontables, de trabajos apostólicos, de provincias enteras convertidas, de diócesis erigidas, de templos levantados, hospitales, conventos, asilos... Lo mismo en Europa y en Asia que en la India, entre cristianos o no creyentes.

San Jacinto de Poloniaes un hombre pobre, de profunda oración y que aprende no sólo en los libros sino también de su pueblo en su actividad apostólica. De regreso a Cracovia encontrándose próximo a la muerte exhorta a los hermanos a vivirla pobreza evangélica, "porque ella es el documento y el sello que nos da derecho a la vida eterna"

Jacinto de Polonia encuentra en Jesús y María apoyo para liberar al Pueblo de Dios mediante su ministerio de predicación itinerante.
 
 
 
 
 
Gozos a San Jacinto de Polonia

Pues tienes con el Señor
Un influjo poderoso
Sé San Jacinto Glorioso
Nuestro eficaz protector.

En Polonia el ser tuviste
Que hasta en la prosapia fuiste
Del Cielo favorecido;
Mas nunca desvanecido
Pudo ponerte el honor.

Fue pues, tu puerilidad
Anticipado juicio,
Y un continuado ejercicio
De virtud y santidad;
Desde la más tierna edad
Te consagraste al Señor.

Huyendo los resplandores
Del mundo, le renunciaste,
Y en la Religión entraste
De Padres Predicadores,
Allí fuiste en los fervores
Fragua del Divino Amor.

A la penitencia dado,
La guerra a tu cuerpo hiciste,
Y jamás le concediste
Un alivio moderado,
De anacoreta esforzado
Siempre observaste el rigor.

Dedicado a las Misiones
Con tal fuego predicabas,
Que en todas ellas lograbas
Multitud de conversiones;
Rindióse a tus persuasiones
El más duro pecador.

Encontró en tu valimiento
Habla el mudo, vista el ciego,
El afligido sosiego,
Y el difunto nuevo aliento;
Eras el medicamento
De todo mal y dolor.

Se dignó a bajar del Cielo
La Inmaculada María,
Llenándote de alegría,
De dulzuras y consuelo,
Era todo tu desvelo
Obsequiarla con fervor.

Corrido y avergonzado
Del infernal enemigo,
Queriendo haberlas contigo,
Salió bien escarmentado;
El después de apaleado
Llegó a cobrarte pavor.

Del Tártaro belicioso
El Sacramento salvaste,
Y a la Virgen te llevaste
De un modo maravilloso,
Un río muy caudaloso
Traspasaste sin temor.

Heridos de penitencia
A ti muchos acudieron,
Y de repente se vieron
Libres ya de su dolencia;
En la Divina presencia
Tu ruego es de gran valor.

Sentencioso cual Lombardo
Predicando parecías,
En lo fogoso un Elías,
En la dulzura un Bernardo;
Cada palabra era un dardo
Contra el monstruo del  error.

Fuiste eximio en la pobreza
Abismado en la humildad,
Serafín de caridad,
Un ángel en la pureza;
Luchaste con fortaleza
Por la causa del Señor.

Como San Pablo supiste
Ser un todo para todos,
Con tan generosos modos,
Que a nadie desconociste;
Del grande Domingo fuiste
Un perfecto imitador.

Colmada ya la medida
De méritos y justicia,
Quiso Dios darte noticia
De tu próxima partida;
Cortó el hilo de tu vida
Por llevarte a otra mejor.
Sé San Jacinto Glorioso
Nuestro  eficaz protector.

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