Jacobo, diminutivo de Jacko, nació a finales del siglo XII en Kamién, diócesis de Breslavia, de la noble familia de los Odrowaz, de antigua tradición en el servicio de la Iglesia. En el siglo XIV se le dio el nombre de Jacinto. Siendo canónigo de la iglesia de Cracovia, fue a Italia, probablemente por motivos de estudio. En roma conoció a Santo Domingo y en 1220 recibió de sus manos el hábito dominicano.
En el verano de 1221 el Santo Patriarca lo designó, junto con Fray Enrique de Moravia, para propagar la Orden en Polonia y hacia allá se dirigió llevando en su alma el ardor de Domingo, muerto recientemente. En 1223, y por mediación del obispo Ivo que los recibió con gran amor, fundaron el convento de la Orden en Cracovia. En 1225, Gerardo de Breslavia, primer provincial de Polonia, dispersó a los hermanos de Cracovia en cinco direcciones distintas y a Jacko le correspondió la fundación del convento de Dantzig (Gdansk). Asistió como definidor al capítulo general de París en 1228, bajo el mandato del Beato Jordán de Sajonia.
En 1229 fundó otro convento en Kiel, donde vivió hasta 1233, predicando a los paganos y especialmente a los cismáticos. Allí se distinguió por su candor de vida y tierno amor a Nuestra Señora.
Abandonó la ciudad poco antes de que los fieles fueran expulsados por el príncipe Vladimiro Ruricovic. Es en estos viajes cuando se recuerda el milagro de atravesar con unos compañeros el río Vístula, a pie sobre la capa extendida sobre las aguas llevando la Eucaristía y una imagen de la Virgen. Cuando en 1233 vuelve a Dantzig se encuentra con una delicada situación político-religiosa. El Papa había encomendado a la Orden de Caballeros Teutónicos la tutela de los católicos frente a los paganos, dueños de la región; con la mediación de San Jacinto de Polonia se llega a la libertad de culto y a la paz.
Estableciéndose desde 1238 en Cracovia, se consagró durante veinte años a la predicación, cura de almas y asistencia a los enfermos.
Durante su vida evangeliza Dinamarca, Suecia, Gotia, Noruega y Escocia; también su palabra resuena en Rusia, a orillas del Mar Muerto, en Constantinopla, y en Grecia, donde se dice de él, que "lugar que evangeliza, comunidad dominicana que inicia".
Murió en el convento de Cracovia el 15 de agosto de 1257 y allí se venera su cuerpo. Fue beatificado por Clemente VII en 1527 y canonizado por Clemente VIII el 17 de abril de 1594.
Semblanza Espiritual
Desde pequeño San Jacinto de Polonia manifiesta inclinación por la oración y el estudio, aptitudes que son apoyadas por sus padres. Su carácter es dócil y creativo. Joven aún ingresa en la universidad de Bolonia, donde obtiene el grado de Doctor en Teología y Derecho. Terminados sus estudios se incorpora a una comunidad de presbíteros en Cracovia. En ella se distingue por su lealtad y sinceridad en el trato y aunque las ocupaciones eran muchas, no son impedimento para entregarse a la oración y otros ejercicios de piedad. Sirve a los enfermos en los hospitales y reparte limosnas entre pobres y necesitados, Por su ciencia y sabiduría al interpretar los acontecimientos a la luz de la Palabra de Dios, se persuade de que los bienes eclesiásticos nunca están tan seguros, ni fructifican tanto como cuando están en manos de los pobres.
Apóstol infatigable, los últimos cuarenta años fueron de sacrificios incontables, de trabajos apostólicos, de provincias enteras convertidas, de diócesis erigidas, de templos levantados, hospitales, conventos, asilos... Lo mismo en Europa y en Asia que en la India, entre cristianos o no creyentes.
San Jacinto de Poloniaes un hombre pobre, de profunda oración y que aprende no sólo en los libros sino también de su pueblo en su actividad apostólica. De regreso a Cracovia encontrándose próximo a la muerte exhorta a los hermanos a vivirla pobreza evangélica, "porque ella es el documento y el sello que nos da derecho a la vida eterna"
Jacinto de Polonia encuentra en Jesús y María apoyo para liberar al Pueblo de Dios mediante su ministerio de predicación itinerante.
Gozos a San Jacinto de Polonia
Pues tienes con el
Señor
Un influjo poderoso
Sé San Jacinto
Glorioso
Nuestro eficaz
protector.
En Polonia el ser
tuviste
Que hasta en la
prosapia fuiste
Del Cielo favorecido;
Mas nunca desvanecido
Pudo ponerte el
honor.
Fue pues, tu puerilidad
Anticipado juicio,
Y un continuado
ejercicio
De virtud y santidad;
Desde la más tierna
edad
Te consagraste al
Señor.
Huyendo los
resplandores
Del mundo, le
renunciaste,
Y en la Religión
entraste
De Padres
Predicadores,
Allí fuiste en los
fervores
Fragua del Divino
Amor.
A la penitencia dado,
La guerra a tu cuerpo
hiciste,
Y jamás le concediste
Un alivio moderado,
De anacoreta
esforzado
Siempre observaste el
rigor.
Dedicado a las
Misiones
Con tal fuego
predicabas,
Que en todas ellas
lograbas
Multitud de
conversiones;
Rindióse a tus
persuasiones
El más duro pecador.
Encontró en tu
valimiento
Habla el mudo, vista
el ciego,
El afligido sosiego,
Y el difunto nuevo
aliento;
Eras el medicamento
De todo mal y dolor.
Se dignó a bajar del
Cielo
La Inmaculada María,
Llenándote de
alegría,
De dulzuras y
consuelo,
Era todo tu desvelo
Obsequiarla con
fervor.
Corrido y avergonzado
Del infernal enemigo,
Queriendo haberlas
contigo,
Salió bien
escarmentado;
El después de
apaleado
Llegó a cobrarte
pavor.
Del Tártaro belicioso
El Sacramento
salvaste,
Y a la Virgen te
llevaste
De un modo
maravilloso,
Un río muy caudaloso
Traspasaste sin
temor.
Heridos de penitencia
A ti muchos
acudieron,
Y de repente se
vieron
Libres ya de su
dolencia;
En la Divina
presencia
Tu ruego es de gran
valor.
Sentencioso cual
Lombardo
Predicando parecías,
En lo fogoso un
Elías,
En la dulzura un
Bernardo;
Cada palabra era un
dardo
Contra el monstruo
del error.
Fuiste eximio en la
pobreza
Abismado en la
humildad,
Serafín de caridad,
Un ángel en la
pureza;
Luchaste con
fortaleza
Por la causa del
Señor.
Como San Pablo
supiste
Ser un todo para
todos,
Con tan generosos
modos,
Que a nadie
desconociste;
Del grande Domingo
fuiste
Un perfecto imitador.
Colmada ya la medida
De méritos y
justicia,
Quiso Dios darte
noticia
De tu próxima
partida;
Cortó el hilo de tu
vida
Por llevarte a otra
mejor.
Sé San Jacinto
Glorioso
Nuestro eficaz protector.
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